lunes, 27 de julio de 2015

Sexualidad corporal gregaria. Memorias de Idhún. Estrellas.


El cuerpo humano es una caja fuerte bastante repugnante.
Todos aquellos líquidos que emanan de él, todos esos desechos...¿Cómo no vamos a poder decir que somos desechos si estamos formados por ellos? 
Me parece que debería de haber alguna otra forma, no necesariamente corporal, para que nuestra mente se manifieste. Ser seres sin cuerpo, que flotan y se comunican sin necesitar el habla. Siempre he odiado comunicarme mediante las palabras. En parte, escribir este blog me ayuda a aprender a amarlas. 
Aún así, amando las palabras, ¿os imagináis una vía de comunicación sin ruidos, más cercana y efectiva?
Los que se hayan leído Memorias de Idhún sabrán de lo que estoy hablando. Y los que no, ya os estáis empezando la saga. Hablando de ella, he leído críticas sobre el típico trasfondo de chico moreno y rubio detrás de chica, chica tiene que decidir, amargamente. En eso, evidentemente, estoy de acuerdo. La sociedad se basa en las típicas historietas de amor de película, como si no fuese irreal. Como si no existiese el poliamor, o la homosexualidad, o bisexualidad. Y podría seguir diciendo. 
Creo que es culpa del cuerpo. El cuerpo de la mujer tiene entrada. El del hombre, un instrumento para crear a partir de la mujer. Si fuésemos etéreos, o simplemente sólo fuésemos mente y alma, este tipo de problemas no existirían. Cada materia se mezclaría con la materia necesaria y justa que quisiese, para dar lugar a algo más bello aún. Como las estrellas. Quién sabe si realmente están así formadas. Tengo mente científica, y pocas veces me creo cosas si no tienen fundamento comprobado científico. Pero como, evidentemente, conocemos muy poco, quién sabe si hay algo más que la ciencia, o que la ciencia tiene límites insospechados. Por eso me gusta creer. 
Creer es de lo más bonito que nos da la ignorancia.



P.D: Me gusta la idea de Murakami de escribir los títulos en función de cosas aparentemente irrelevantes en la historia, pero, que en realidad, marcan la personalidad de lo escrito.
 


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